domingo, 26 de octubre de 2014

Las mil y una noches (cara A)

Las mil y una noches es una recopilación de relatos anónimos que llegaron a Europa en los tiempos de Luis XIV de las curiosas manos de un orientalista y diplomático francés llamado Galland. La traducción la hicieron de un manuscrito sirio y de los cuentos orales de un maronita de Alepo. Y diréis vosotros para qué nos cuenta María este rollo estilo Wikipedia, pues porque en la lectura se nota y mucho; esto sin olvidar que existen actualmente numerosas versiones que, incluso, mutilan los cuentos prescindiendo de unos o de otros (de esto ha sido víctima Pablo y os lo contará en su reseña). 

Os lo explico, para mí la lectura se ha dividido fundamentalmente en dos partes: Antes de Simbad el Marino (noche doscientas noventa y una) y después de Simbad. Debo confesaros que antes de Simbad la lectura me había arrastrado hacia la desidia, me obligaba a mí misma a continuar como quien asciende por un empinado risco, había momentos en los que disfrutaba de las vistas, claro que sí... pero la monotonía y el cansancio de un ritmo arcaico y desconectado en demasía de nuestro tiempo me tenían preguntándome: ¿¿¿!!!cómo voy a llegar a la última noche???!!! Y de repente un descanso, un delicioso riachuelo en la ascensión tortuosa: la conexión con mi realidad. El marino de nuestros cuentos infantiles... claro que en versión adulta, me mostró el camino que unía mi mundo con ese mundo en un principio extraño. Como mencioné en la entrada anterior, leer a los clásicos puede resultar complicado si no conseguimos conectarnos, pues necesitamos sentir que existe algún vínculo entre lo que leemos y nosotros ya que, de lo contrario, nuestro egoísmo natural toma protagonismo y nos hace distanciarnos de la lectura. Así que gracias, Simbad, después de ti la montaña se tornó menos inclinada y el oxígeno invadió las líneas. 

Cuando uno lee una recopilación suele enfrentarse a la deformidad o no uniformidad narrativa, lo que no ayuda a que encontremos nuestro puente con la historia. Leemos un cuento y otro y otro intentando cogerle el truco al asunto pero no lo conseguimos, demasiados espíritus mezclados, es ni más ni menos lo que pasa aquí. De este modo, Sherezada parece sufrir un ligero trastorno de personalidad además de poseer una imaginación poderosa. 

Durante la lectura, lo que más me gustaba era imaginarme la historia detrás de los cuentos, la vida de Sherezada, sus sentimientos, su miedo quizás a quedarse sin recursos. Me preguntaba si alguna vez habría sentido angustia ante la posibilidad de quedarse sin inventiva, ya que tres años de narración ininterrumpida con el peso de la muerte cual espada de Damocles no es cualquier cosa (digo yo que, en algún momento, se lo plantearía). De hecho, mi parte favorita, sin duda, fue el final pues, junto con trozos intercalados entre cuentos, es cuando se le da seguimiento a la vida de Sherezada; pero no os voy a estropear el final transcribiendo ese pedazo como siempre hago en mi fragmento favorito. Lo voy a sustituir por un pedazo poético tan brillante, evocador y sabio como este mundo oriental. El dicho se encuentra en la noche novecientas noventa y ocho (una de tantas historias de amor) y reza así:

Cuando nada existía, el amor ya existía, y cuando no quede nada, él perdurará, pues es lo primero y lo último. Es el pilar de la vida y está por encima de todo cuanto se pueda decir. Él es el compañero en un rincón de la tumba. Él es la hiedra que se liga al árbol y alimenta su vida en el corazón que devora.    

Quien quiera embarcarse en este viaje debe llevar esta lectura como cuando nos sentamos a escuchar a los abuelos. Ellos con su ternura y sagaz conocimiento de lo ya vivido en el tiovivo de la existencia, suelen repetirse (o eso nos parece a nosotros) pero siempre nos iluminan. Si yo me perdiera en un territorio insular de forma voluntaria llevaría este libro conmigo pues tendría el tiempo de tratar cada historia de forma separada, de estudiar su estilo, su conexión socio lingüística, su poesía, su magia, su evocación y así nunca podría aburrirme, las 1001 noches se convertirían en las eternas noches. Suelo además tener la suerte de involucrarme tanto con la lectura que siempre me contagio del "virus libro", es decir, suelo adoptar fórmulas, pensamientos, sueños, ideas y así ha sido con este libro... toda una bomba de tiempo, de sensualidad, de erotismo, de sabiduría, de narrativa, de fe, de imaginación desbordada, de gastronomía... un verdadero cóctel Molotov de las letras apto para todo el que quiera hacer desaparecer ese abismo entre oriente y occidente y cruzar el puente de los trece siglos que nos separan (aunque quizás no tanto). Intrépidos lectores con buena condición lectora o no disfruten sus noches.

Las mil y una noches (cara B)

Hace casi dos meses que inicié la lectura de Las mil y una noches. Para saber por qué decidimos leer este libro, entonces dirígete a nuestras dos anteriores entradas.

La decisión tanto de María como mía fue la de leer una versión integral de la historia. Recuerdo haber leído algunas partes del libro cuando era niño: Simbad, el marino; Aladino y la lámpara maravillosa y, Alí Babá y los 40 ladrones. Por eso, mi intención ya como lector avanzado era leer el original, la versión con los cuentos completos.

María, desde su trinchera, leyó el libro que consiguió en una edición distinta a la mía, donde el relato se separaba por noches; mientras que en mi versión (de dos tomos y que creí tendría todas las historias), el libro se divide en cuentos. Después de unos días, le preguntaba a María qué le habían parecido tal o cual narración o viceversa, pero para nuestra sorpresa nos dimos cuenta de que nuestras ediciones no coincidían. Al buscar en Internet un sitio que me pudiera decir cuántos relatos exactamente tiene la versión original, di con el siguiente sitio y de ahí mi decepción: http://es.wikisource.org/wiki/Las_mil_y_una_noches (¡son un chingo de cuentos y varía entre las ediciones).

Bueno, después de esta accidentada introducción contaré mi opinión. La mil y una noches es un libro que te transporta a otra dimensión inmediatamente después de empezarlo a leer. Recordemos que el sultán Schariar degollaba una virgen cada noche después de desposarla, como venganza a la infidelidad que había recibido por su esposa, la reina, quien también murió. Sherezade es la hija del visir del sultán y ella quiere casarse con él para revertir esa actitud vengativa, que después de tres años lograría. Y de qué manera.

Sherezade, desde mi parecer, es una gran terapeuta, quien se acerca con miedo al sultán (porque su vida está en juego cada noche) pero al irle contando cada historia, el sultán va observando el reflejo de sí mismo en cada una de ellas y su actitud de odio se transforma en amor. Aunque quizá eso suena cliché, porque la realidad es que el opuesto del amor no es el odio, sino la falta de amor. Y de eso carecía el sultán, quien sumergido en su sed de venganza tenía una actitud visceral. Sherezade con sus cuentos logra apaciguarlo, ya que cada relato en verdad transmite la profundidad de ser humano para observar las cosas desde diversas perspectivas (puestas en cada cuento) donde se aborda el amor, la fidelidad, la persistencia, la humildad, la belleza, el goce del sexo, la aceptación de los límites puestos por dios (Alá), entre muchos otros temas.

Durante mi lectura, apareció en mi ciudad la posibilidad de asistir a la puesta en escena de la obra Sherezade, interpretado por un ballet. Fue una muy buena experencia que me ayudó a enriquecer mi visión acerca del libro: ver cómo la ficción se mezcla con la realidad e incluso la genera y la transforma por medio de la imaginación de una joven decidida a vivir.

lunes, 15 de septiembre de 2014

Entre líneas: Las mil y unas noches (cara B)

¿Qué es el canon? "Modelo o prototipo que reúne las características que se consideran perfectas en su género, especialmente el referido a la figura humana que reúne las proporciones ideales." Podemos aplicar este concepto a la literatura y de ahí obtenemos lo que también se llama "los clásicos". Cada época va generando estas obras que reúnen características universales en la experiencia humana. Para muchos, esto quizá sea debatible; sin embargo, mostraré un ejemplo del autor George Steiner que clarifica este punto de vista.

Hace algunos años, cuando estudiaba la carrera de Letras, tropecé con un autor (Steiner) en clase de Poética. Su visión me ayudó a comprender mejor el concepto de "canon". Muchas veces en nuestra juventud y sobre todo cuando pensamos en el arte, creemos que la subjetividad es la única regla: "Para mí, yo sé qué me gusta y qué no" y en ese "para mí" radica la esencia del problema y la solución: nuestras percepciones nunca pueden ser completas porque si la obra de arte fuera intepretada desde su totalidad, no tendría nada que decirnos, no nos implicaría un esfuerzo o no nos sorprendería (ni al otro). Nos sorprende porque hay y habrá siempre un espacio entre mi interpretación y las que otros hagan, o sea, aproximaciones. Y son los clásicos los que provocan y crean mejor una multitud de interpretaciones. Esa es su verdadera riqueza. Entonces, no se trata de tomar mi interpreación como total, sino de aceptar humildemente la libertad de interpretación del otro y así enriquecernos en una triada de valores: la obra, mi interpretación y la del otro.

Puede existir el canon comercial, aquél que se empecina en hacer mercancia ciertos libros; pero también está el canon personal: esa lista o antología que nos tocan personalmente por las circunstancias en que fueron leídos. Forman parte de ese canon porque aunque pase el tiempo, nos siguen y seguirán tocando el espíritu de la misma forma en que lo hicieron la primera vez e incluso de nuevas maneras (su fuego no se extingue). Así empezamos a leer "Las mil y unas noches" de la manera en que María describe en su entrada. Incluida en una lista de 100 obras reconocidas a lo largo de los tiempos, porque ha generado un sinnúmero de interpretaciones y causado otro tanto de placeres literarios.

Nuestro objetivo es terminar esa lista, quizá empezamos con una de las obras más largas, pero, tercos los dos, estamos seguros de que terminaremos en buen puerto bajo la estela que va dejando Sherezade cuento tras cuento. ¿Y tú, ya leíste a los clásicos?

Entre líneas: Las mil y una noches (Cara A)


Mientras se lee también se puede contar, se puede probar y compartir aunque la lectura no se haya terminado todavía... puede que las conclusiones no sean totales, pero la parcialidad tiene su atractivo, su filosofía: según Jorge Drexler "Amar la trama más que el desenlace". 


Así pues mientras las líneas de "Las mil y una noches" nos envuelven con el erotismo ancestral entre velos y desvelos yo me permito hablar de cómo llegó a nosotros esta lectura. 

En una de las librerías de mi ciudad, encontramos Pablo y yo un pequeño folleto titulado "Nuestros 100 imprescindibles de la literatura universal". 


Al abrirlo, aparecían los títulos con sus correspondientes casillas para tachar incluidas, así que nos dimos a la tarea de completar y comparar las lecturas, como anticipamos nos faltaban bastantes... y nos seguirán faltando pues, sin duda, una vida no alcanza para transitar y disfrutar el camino de las letras. ¡Gracias a Dios! Así que decidimos hacer nuestro el reto de completar estas recomendaciones de forma esférica, bis a bis.

Nuestras lecturas hasta ahora (Cara A y B)
El siguiente paso era decidir cuál de estos maravillosos legados sería el primero. No nos costó mucho decantarnos por el mundo oriental y nocturno de "Las mil y una noches". Muchas de nuestras reflexiones y conversaciones se han dado de forma nocturna. Mi naturaleza noctívaga ha arrastrado al pobre Pablo a compartir madrugadas conmigo, así que nos pareció un paralelismo curioso, sumado al hecho de que los dos somos un poco cuentacuentos.

La lectura de cualquier clásico puede resultar un poco más compleja, incluso lenta por lo que entraña: el abismo generacional se nota. Uno puede llegar a perderse en algunas partes o en todas, cuánto más profundo retrocedemos, más parecemos desconectarnos. Sin embargo, como todo lo que merece la pena, si hacemos el esfuerzo de ir más allá, abriremos una ventana maravillosa: habremos comprado algo más que un libro, más que estilos y estructuras sintácticas, tendremos entre los dedos una máquina del tiempo. Leer los clásicos es una conexión con los problemas, los deseos, los sufrimientos, los anhelos, los miedos y las inquietudes universales y atemporales del género humano; es un darse cuenta de nuestra maravillosa insignificancia, de nuestra compleja red interconectada, que los de ayer, los de hoy y los de mañana sí seguiremos soñando y anhelando, sintiendo y padeciendo igual.

domingo, 31 de agosto de 2014

El camino de la felicidad (cara B)

El libro que hoy nos corresponde reseñar se llama El camino de la felicidad del autor Jorge Bucay. "¿Qué, otra vez el tal Bucay?" se preguntarán... Bueno, nos toca hablar de nuevo de este autor porque nos gustó tanto Amarse con los ojos abiertos que decidimos continuar con este libro. Ah, pero también porque, digamos que el destino me puso este libro en la misma habitación donde dormía. Ahora explico el contexto.

 Hasta el día de hoy estuve viviendo por tres meses en un departamento rentado a una amiga. Ella y su familia salieron del país, así que me propusieron alquilar su vivienda mientras estaban fuera y, yo con gusto acepté. Ha sido la primera vez que he vivido solo, sin compartir la casa con nadie más y fue una experiencia positiva. Bueno, en la casa de mi amiga había un montón de libros y entre ellos... sí, éste. El primer día que llegué al departamento y estuve revisando los estantes, lo vi y lo hojeé pero no lo leí. Supongo que me llamó la atención el título. La felicidad es algo que ha interesado a la mayoría de la humanidad. Ya lo griegos la llamaban eudaimonia y Aristóteles hablaba al respecto. Yo mismo, en otro blog que tengo desde hace más de 10 años, he hablado acerca de la felicidad en varias ocasiones y parece que hay varias cosas que se mueven en cada ser humando al hablar de ella.

 Bueno, una vez que terminé Amarse con...pensé que era una buena oportunidad para seguir con esta lectura y María incluso me explicó que forma parte de una saga de libros que se llama Hojas de Ruta y comienza con El camino de la autodependencia. En este volumen, la forma de abordar el tema es bastante adecuada, casi mayéutica diría yo. Bucay va descartando aquello que la felicidad no es e incluso, todo con lo que se confunde. Hay gente que inclusive aprecia y descubre la felicidad cuando está en la infelicidad, en el dolor o el sufrimiento. A veces.

Me gusta que el título no sea El camino hacia la felicidad o El camino para la felicidad porque entonces la felicidad sería vista como un fin, la meta a la cual llegar. Pero no es esto, es un camino y un camino que no termina. Este tema me permite hacer muchas conexiones con otros autores, por ejemplo con Carlos Castaneda y su sendero o camino con corazón. Quizá sea porque este año he estado bastante interesado en autores como Osho, Alejandro Jodorowsky, Ramesh S. Balsekar, Jill Bolte Taylor o el mismo J. Krishnamurti. Todos o casi todos responden a la pregunta ¿qué es la felicidad?, ¿para qué vivo? Podría bien delegar y escoger alguna de las respuestas que han dado las personas anteriormente mencionadas para asumir una postura personal ante la misma pregunta pero eso sería, hasta cierto punto, pereza existencial o una manera de no responder personalmente a la pregunta. Y es necesario hacerlo.

¿Para qué vivo? Hacer una lista de las cosas que me hacen feliz sería una manera de responder parcialmente a la cuestión qué es la felicidad para mí, no obstante creo que caería también en una trampa porque vería a la felicidad como una acumulación de experiencias, objetos, emociones, circunstancias y demás que me "dan" la felicidad; sería resumirlo de la siguiente manera: entre más cosas acumulo, más feliz soy; entre más tengo, más felicidad alcanzo. Pero no es del todo cierta esta situación. La felicidad se vive también en la sencillez, en la aceptación de la realidad. Si en algún momento esa acumulación de experiencias se interrumpe o incluso se pierde (objetos, situaciones que "provocan" la felicidad), entonces se puede caer en la frustración y nos damos cuenta de que esa felicidad era pura pantalla. Porque, ¿se puede echar la felicidad en un saco de experiencias?

¿Para qué vivo? Me gusta la etimología de las palabras "disfrutar" y "conformarse". Hay que leer el libro para entender un poco más sus significados. De manera general, disfrutar es saborear los frutos de los cosechado y conformarse es moldearse a una situación, adaptarse. Si yo sé que la vida no es una mera creación de mi mente, sino que formo parte de todo un sistema donde ocurren cosas que se escapan de mi poder, entonces mi ser se conforma a esa realidad y de ese modo puedo cosechar y sembrar frutos, o incluso, sembrar para que otros se deleiten con los frutos dados. Y eso también me da felicidad. Vivo para disfrutar lo que pasa, saborear los frutos que mis células cosechan día a día, en cada parte de mi cuerpo, de mi mente. Vivo para sorprenderme, para no dejarme acechar por las rutinas innecesarias o momificantes. Para sacar provecho de cada posibilidad de un contacto humano auténtico en el día a día. Para aprender del otro. Para sentir con el otro y reaccionar en cadena, como los humanos sabemos. Vivo para sentir al creador que hay en mí, para contagiarme del creador que hay en ti. Y así, posiblemente, con otras palabras contar esto que la felicidad levanta.

 Hace unas semanas fue mi cumpleaños y precisamente bailamos la canción "Happy". Y salió esto:



 En definitiva, vivo porque sé que un ligero cambio de mi perspectiva (con alegría y sinceridad) puede convertir un juicio en un acto de compasión y de esa acción surge, paralelamente, la felicidad no como un fin, sino como un camino.

El camino de la felicidad (cara A)

No cabe duda que hay ciertos libros que te persiguen y te buscan incansablemente para subirse a tu tren. Hasta ahora todas nuestras lecturas han sido una pequeña casualidad consciente o no. La lectura de esta hoja de ruta, que tan bien ha explicado Pablo, ha sido un descubrimiento total para mí. Si bien él ha podido tener contacto con otros autores que tratan este tema, yo soy nueva en todos estos menesteres psico-filosóficos... La literatura había sido para mí una ventana hacia la imaginación y, con estas últimas lecturas, la ventana se ha vuelto más íntima, más mía: una ventana hacia mí misma... una puerta hacia el autoreconocimiento-descubrimiento.

Jorge Bucay nos transporta a su propia ventana para ayudarnos a abrir las nuestras... trata temas tan complejos como los sueños, los deseos, las ilusiones, el rumbo, el destino, las metas, las expectativas... unos los desmonta, otros los desnuda, otros los desdibuja para volverlos a trazar con la maestría de un pintor renacentista enamorado del detalle y siempre con el respeto del viejecito que ha vivido tanto como para saber que no quiere ser otra cosa más que alumno. Si uno deja atrás todos sus prejuicios y está dispuesto a cuestionarse y reconstruir, esta es, sin duda, su hoja de ruta. 

La felicidad es un camino; la brújula, nosotros mismos y el motor nuestros sueños-ilusiones. En el punto culminante de este libro, Bucay nos pregunta: ¿Para qué vives? 

Yo vivo para transcender más allá de mí misma, para disfrutar de los frutos sembrados en mí y en los que amo, incluso en los desconocidos que nunca amaré pero que reconoceré a mi alrededor. Vivo para transcender en el aquí y en el ahora, para descubrir sin miedos y sin límites todos los planos y los pliegues dentro de mí misma que se proyectan en mi curiosidad incansable volcada en esos sueños sin límite. Avanzar con tenacidad, constancia, con un aliento incansable, casi necio. Vivo para aprender del dolor, pero, sobre todo, de la felicidad, porque la felicidad para mí está en despertar y saberme encaminada, reconocer que vivo en paz porque respeto mi brújula, porque no estoy en guerra conmigo misma. Saberme disfrutando de la sencillez compleja de la existencia, de los momentos de sosiego y reposo, lejos de la ansiedad del más y de las engañosas proyecciones expectantes que nos hacen chiquitos en lugar de grandes; pues nos restan empuje, en lugar, de hacernos brincar sin miedo los acantilados de nuestros deseos más salvajes pero, también, más brillantes y fructíferos. Vivo para respetar mi espacio y el del otro, para conocer mis límites y asomar la cabeza detrás de estos, para darle la espalda al rencor y al miedo... vivo para ser María Domínguez Gómez.

Podría llenar este espacio de los muchos fragmentos que tengo señalados, sin embargo, me quedaré con un cuento y una canción. Un cuento porque me encanta este recurso narrativo como puente para llegar a nuestros niños interiores, para ocuparse de esa forma de aprendizaje primaria y tan necesaria como el abrazo y el beso antes de dormir.

Cuenta la leyenda que antes de que la humanidad existiera, se reunieron varios duendes para hacer una travesura. Uno de ellos dijo:
-Pronto serán creados los humanos. No es justo que tengan tantas virtudes y tantas posibilidades. Deberíamos hacer algo para que les sea más difícil seguir adelante. Llenémoslos de vicios y de defectos; eso los destruirá.
El más anciano de los duendes dijo:
-Está previsto que tengan defectos y dobleces, pero eso sólo servirá para hacerlos más completos. Creo que debemos privarlos de algo que, aunque sea, los haga vivir cada día un desafío.
-¡¡Qué divertido!! -dijeron todos.
Pero un joven y astuto duende, desde un rincón comentó:
-Deberíamos quitarles algo que sea importante... ¿pero qué?
Después de mucho pensar, el viejo duende exclamó:
-Ya sé, vamos a quitarles la llave de la felicidad.
-¡Maravilloso, fantástico... excelente idea! -gritaron los duendes mientras bailaban alrededor de un caldero.
El viejo duende siguió:
-El problema va a ser dónde esconderla para que no puedan encontrarla.
El primero de ellos volvió a tomar la palabra:
-Vamos a esconderla en la cima del monte más alto del mundo.
A lo que inmediatamente otro miembro repuso:
-No, recuerda que tienen fuerza y son tenaces; fácilmente, alguna vez, alguien puede subir y encontrarla y si la encuentra uno, ya todos podrán escalarlo y el desafío terminará.
El tercer duende propuso:
-Entonces vamos a esconderla en el fondo del mar.
Un cuarto todavía tomó la palabra y contestó:
-No, recuerda que tienen curiosidad; en determinado momento algunos construirán un aparato para poder bajar y entonces la encontrarán fácilmente.
El tercero dijo:
-Escondámosla en un planeta lejano de la Tierra.
A lo cual los otros dijeron:
-No, recuerda su inteligencia, un día alguno va a construir una nave en la que puedan viajar a otros planetas y la van a descubrir.
Un duende viejo, que había permanecido en silencio escuchando atentamente cada una de las propuestas de los demás, se puso de pie en el centro y dijo:
-Creo saber dónde ponerla para que realmente no la descubran. Debemos esconderla donde nunca la buscarían.
Todos voltearon asombrados y preguntaron al unísono:
-¿Dónde?
El duende respondió:
-La esconderemos dentro de ellos mismos... muy cerca de su corazón.
Las risas y los aplausos se multiplicaron.Todos los duendes reían:
-Ja... ja... ja... Estarán tan ocupados buscándola fuera, desesperados, sin saber que la traen consigo todo el tiempo.
El joven escéptico acotó:
-Los hombres tienen el deseo de ser felices, tarde o temprano alguien será suficientemente sabio para descubrir dónde está la llave y se lo dirá a todos.
-Quizás suceda así - dijo el anciano de los duendes- pero los hombres también poseen una innata desconfianza de las cosas simples. Si ese hombre llegara a existir y revelara que el secreto está escondido en el interior de cada uno... nadie le creerá.

Y una canción porque es la forma de aprendizaje más oral y efectiva que conozco, desde aprender un idioma nuevo hasta la fórmula matemática más compleja se vuelven más pegadizos y se asimilan mejor si se acompañan de un buen compás. Así que para nunca olvidar, un tango: "Uno".


sábado, 30 de agosto de 2014

Amarse con los ojos abiertos (cara B)

Cuando María me contó que estaba leyendo un libro que no la dejaba dormir, sin chistar me llamó la atención. Aún no sabía de qué se trataba, si era una novela o autobiografía, si era viejo o nuevo. Poco importaba. La verdad es que cuando ciertas personas te dicen que hay libros que los tienen enganchados y no pueden soltarlos, la curiosidad lectora se activa al instante. Así me han recomendado varios libros, así me he enamorado de otros tantos. Cuando empecé a leer Amarse con los ojos abiertos entendí el porqué de esa vorágine lectora.

 En resumen, el libro habla de dos psicólogos que mantienen una correspondencia electrónica para publicar un libro que habla de las relaciones de pareja; sin embargo, un tercer actor aparece en la historia quien por accidente recibe uno de estos e-mails y se ve muy identificado en los mensajes que intercambian los terapeutas. Con esta sencilla trama, Silvia Salinas y Jorge Bucay aprovechan para poner de manifiesto las tensiones más comunes de las relaciones amorosas en conflicto.

Hay una parte, que es una de mis favoritas del texto, donde los autores comparan las relaciones con el tango:
El tango es una danza de pareja abrazada con un abrazo que es contención, no estrujamiento. Abrazar es dar con los brazos abiertos y el que da con los brazos abiertos recibe con todo el cuerpo. Así unidos, los dos integrantes se desplazan por el espacio; pero no es un espacio cualquiera. Al contrario, es un espacio creado por los dos. Tal como dicen los Dinze: “El tango niega las matemáticas porque uno más uno no son dos sino uno, que es la pareja, o son tres, porque son ella, él y un tercer volumen.” Uno o tres, ¡pero nunca dos!
Es un verdadero diálogo corporal y amoroso, donde los dos manejan la autodeterminación y donde también hay momentos de silencio, un silencio necesariamente forma parte del diálogo, que lo enriquece si quieren, pero nunca lo anula. Este diálogo, los dos pueden proponer, porque aunque uno tome la iniciativa del primer movimiento, de acuerdo a como sea la respuesta, ya sea por velocidad, amplitud o dirección, es el siguiente movimiento. Por eso, hay que aprender a vivir del error como posibilidad de enriquecimiento. Si esto no hubiese sido así, el tango no existiría.
No deben enojarse ante un fallo, busquen el contacto con el otro e intenten crear juntos. Finalmente, el tango también es una forma de autoconocimiento, porque así como en nuestra vida de relación, ya sea como amigo, amante, padre, conozco mi calidad de tal a partir del otro, en el tango puedo ser un protector o un protegido, un dominado o un dominador, puedo ser infinitamente tierno, violento o tal vez la mezcla de todo eso, y mi pareja está allí para mostrármelo. Esto que planteo no es fácil, pero sólo cuando lo entiendan podrán bailar y, además, de una manera distinta cada día: a veces con violencia, otras con ternura, otras en verdadero éxtasis, pero seguro no interrumpirán la danza.
¿Por qué el título Amarse con los ojos abiertos? Porque el amor normalmente nubla y ciega al enamorado, envolviéndolo en una bruma de ilusión y, muchas veces, con la sobreidealización del otro, lo que inevitablemente trae frustración cuando tal efecto desaparece. Cruzar el umbral entre el enamoramiento y el verdadero amor es un tema también hablado en el transcurso de sus páginas.

En definitiva, este libro invita a ver y verse reflejado en el otro a partir de la realidad, de lo que existe y es. Como una invitación al baile, sabiendo que podemos bailar no muy bien pero descubriendo que podemos mejorar los pasos, con los ojos abiertos.

viernes, 29 de agosto de 2014

Amarse con los ojos abiertos (cara A)

Hay libros que te encuentran, libros que te llaman, que te intrigan, te enseñan, te inspiran, te estremecen, te sorprenden, te enseñan y, sobre todo, se quedan en tu piel para activarse como un plano genético cada vez que uno pierde el rumbo. En esos momentos, ahí está la frase, el fragmento, el párrafo o todas las páginas juntas para devolverte al camino. Todo esto y más ha sido este libro para mí. Debo confesar que no era yo muy adepta a los libros denominados "de autoayuda" el mismo término me daba un poco de risa, me hacía pensar en un sucedáneo de ideas para aquellos desesperados y necesitados de cuatro palabrejas superficialmente seleccionadas para encontrar pareja, conservarla o, simplemente, bajar de peso y crecer en autoestima. Libros llenos de tópicos y reflexiones de bolsillo que no te llevaban más que a una lógica de sentido común... Y ahora tengo que tragarme mis palabras sin ni siquiera un vaso de agua que las acompañe porque me he enamorado, rotundamente y sin remedio, de este libro de autoayuda llamado "Amarse con los ojos abiertos" de Silvia Salinas y Jorge Bucay.

Con un estilo y un argumento más cercano a las novelas propiamente dichas, recorremos ese camino de enamorarse, reconocerse y elegirse en pareja. La historia cibernética de Roberto y Laura nos presenta distintos aspectos que es necesario aprender a desarrollar para llevar a buen puerto una relación de pareja. Dos seres que no tienen miedo a mirarse con los ojos como platos, aceptando todas las arrugas y las manchas del alma ajena para acabar no sólo "aceptándolas" sino besándolas y mimándolas porque en las manchas del otro encuentro las mías propias. Me sorprendió gratamente la redacción limpia y ligera de este libro, incluso al tratar reflexiones psicológicas más profundas, no hubo una página en la que tuviera que volver atrás para releer porque me hubiese perdido en la parrafada colosal o entre las palabras recargadas, obscuras de algunos terapeutas que más que ayudarte, sólo quieren satisfacer su propio ego. Este libro es, ante todo, humilde y auténtico.

Después de leer a Silvia Salinas hay un antes y un después en mi capacidad de amar, puede que suene muy trillado pero, es la realidad. Entre los párrafos he encontrado planteamientos desconocidos para mí, otros sospechados pero que permanecían en tinieblas y, finalmente, he podido desechar tantos pensamientos contaminados, nocivos y superficiales que acechaban mis relaciones. No quiero decir que ahora me haya convertido en una gurú del amor ni nada por el estilo, sólo en una mujer con las ideas más claras y reposadas, dispuesta a aceptar al otro sin miedo a la imagen de mí misma que pueda mostrarme.

Y si todo lo anterior no os motiva para salir corriendo a la librería más cercana o hacer clic en cualquier tienda digital, uno de mis fragmentos favoritos puede que lo consiga:

Los dolores que no pudimos expresar en nuestra infancia los cargamos como una mochila y, se expresan en nuestras reacciones antes de que nos demos cuenta. Desdichadamente, cuando vivimos una relación, los enfados y dolores no resueltos en el pasado los plasmamos en el presente con el otro. Por lo general, estos viejos dolores no aparecen hasta que tenemos una relación de pareja. El noviazgo y el matrimonio disparan estas viejas heridas y suponemos que es nuestro compañero el que las causa.
Habitualmente esto no ocurre al principio, sino a medida que nos vamos sintiendo verdaderamente unidos al otro. Este niño herido es como un agujero negro que lo absorbe todo, es como un dolor de muelas: cuando aparece no podemos pensar en otra cosa, el dolor domina nuestra vida. En muchos casos de separación el problema no se encuentra en la relación de uno con el otro, sino en asuntos no resueltos de uno de ellos (o de los dos) con su propio pasado. Mi reacción genera tu reacción y así nos vamos potenciando negativamente. 
Cuando acarreamos a nuestros niños heridos tenemos la sensación de no estar nunca en el presente. Siempre estamos reaccionando por cosas que nos pasaron hace muchos años. Esto imposibilita la relación con el otro. Hasta que no me ocupe de este niño herido, él seguirá reaccionando. Y el único que puede escucharlo soy yo mismo cuando me ocupo de su tristeza, de su enfado. 
Es necesario aclarar que no es posible descubrir algunas de estas heridas en soledad. Necesitamos de alguien que nos permita encontrarlas, un vínculo que las dispare con una persona que las autorice, que nos permita sentir lo que sentimos sin descalificarnos. El niño herido necesita la validación de su dolor. Sólo cuando la persona se siente validada en su dolor puede expresarlo y atravesarlo.

Adentrarse en esta obra puede ser un regalo maravilloso para los demás pero sobre todo para uno mismo ya sea que estés enamorado, en busca del amor, en soledad o acompañado de todos tus fantasmas. Lee y crece, cura y sana tus partes dañadas entre las líneas de este libro... No sé, Pablo, pero a mí ya me han dado ganas de leerlo de nuevo.

Yo, mi, me... contigo (cara B)

No se velará nuestro eterno estío
ni nuestra sonrisa caerá en declive
ni irá la Muerte a hacernos avío,
pues siempre el vigor que en nuestra alma vive
cautivará a quien mire con resuello,
y pervivirá y nosotros con ello.

Como lector, pocas veces me doy la libertad de entrar en una librería y permitirme escoger un libro al azar y muchos menos de un autor del cual no he escuchado nada. Estoy acostumbrado a ir comprar libros que estoy buscando, mucha veces literatura clásica que me hace falta leer y que de alguna manera aseguran una grata lectura. Sin embargo, la idea de dejarnos seducir por un libro de un autor que no conociéramos nos atrapó tanto a María como a mí.

Yo, mi, me... contigo  (David Safier, 2010) conjunta varias cosas que disfruto normalmente en un libro: humor, metaliteratura, una trama llamativa y... ¡William Shakespeare! Siendo yo un lector asiduo de literatura clásica, cuando leo novelas contemporáneas me sorprendo mucho porque me encuentro leyendo referencias muy cercanas y eso me recuerda que la Literatura es algo que habla también desde el aquí y el ahora. Sucede que cuando leo libros que fueron escritos hace más de 200 años, muchas veces hago comparaciones con el presente y otras tantas intento hacer una interpretación hermeneútica (o sea, tratando de ver el libro con la intención original que tenía el autor, alejándome de mi mente contemporánea); sin embargo, al leer un libro de mi tiempo... leo mi tiempo. Lo que me sorprendió mucho de esta novela fue que me encontré haciendo ambas cosas, a pesar de ser un libro reciente.

En la historia, la protagonista (Rosa) viaja al pasado por medio de la hipnosis y habita el cuerpo de William Shakespeare (al parecer, en su vida pasada ella fue el famoso escritor inglés). Por esta razón, es inevitable comparar el presente con el pasado y viceversa. Además de que esto genera muchas situaciones cómicas, también nos pone a pensar en la vida que hace algunos siglos las personas llevaban en realidad y en cómo a veces en el presente, las personas damos por sentada la vida.

Asimismo, a pesar de que la novela entra en el género cómico, hay un héroe (o dos héroes dentro del mismo cuerpo) que se embarca en una viaje muy importante: el de enfrentar el dolor y el de descubrir el verdadero amor. En consecuencia, la novela me hace pensar que es una historia rindiendo homenaje a una figura excepcional: William Shakespeare. A través de sus obras y sonetos, este dramaturgo inglés emana la pasión por la vida con todas sus emociones, contradicciones, grandezas y obstáculos. Por medio del texto, el autor nos recuerda que incluso un genio capaz de plasmar eso en papel, hubo antes un ser humano que tuvo que pasar por etapas para poco a poco alcanzar una madurez como persona y artista (simultáneamente). Pero la trascendencia de la novela no radica sólo en eso.

El hecho de que Rosa, un personaje común y corriente, sea equiparada con Shakespeare (y no sólo equiparada, sino que ella misma es el bardo) nos dice que la genialidad está en nosotros, viajando a través de nuestra alma a lo largo del tiempo. El viaje del héroe es pues, no sólo una aventura hecha para los genios que han trascendido, sino para los genios que anhelan trascender apasionadamente adentro de nosotros mismos.

Yo, mi, me... contigo (cara A)

Pablo y yo quedamos para comer por Chapultepec, una de nuestras zonas favoritas de Guadalajara por todo el movimiento cultural, artístico, vital, histórico, casi de cuento que tiene ese lugar... Caminando mientras hablábamos de todo y de nada, nos llegó la idea súbita de leer algo al mismo tiempo y como no se debe dejar para mañana lo que se puede hacer hoy, decidimos hacer una parada en una de esas librerías con café de la que no mencionaremos el nombre para que no piensen que recibimos algún tipo de ventaja (aunque no nos vendría nada mal). Decidimos que el libro nos encontraría a nosotros, como si nos hiciera "pshhhh pshhhhh" y después de uno que otro guiño desde los estantes abarrotados, leímos la sinópsis de "Yo, me, mí, contigo" de David Safier y el flechazo se produjo.



Este libro me pareció ante todo valiente desde el punto de vista argumental y de estilo, puesto que asumir la personalidad de Shakespeare no sólo desde el punto vital o de reencarnación/posesión sino desde el punto de vista literario puede parecer una aventura más que arriesgada, suicida diría yo... pero la forma de narrar de Safier le quita hierro al asunto mediante una escritura fluida, hilarante y cercana, sin caer en la banalidad o en lo presuntuoso; seductora y atrayente, la relación entre Rosa y William es más que palabras. 

Si tuviera que resumir este libro en pocas palabras, diría y diré: "Amar, amándose". Qué es esto exactamente, pues bien, para mí el aprendizaje o la moraleja ha sido clara. No podemos encontrar el amor, ni siquiera buscarlo si no iniciamos primero la búsqueda y conquista del amor personal. A menudo argumentamos que vivimos en una sociedad ególatra, centrados en nosotros mismos pero, en el amor, parece que se da otra historia. Miles y miles pasan sus días desesperados por encontrar a "alguien" más allá de sí mismos, asustados por su soledad y tomando decisiones bruscas y poco acertadas impulsadas más por ese pavor que por la verdadera voluntad y gusto de compartirse. Como dice Anita Tioux: "No estoy sola, estoy conmigo". 

La lectura es tan fluida que podemos regalar o regalarnos este libro nos guste mucho o poco la lectura, seamos jóvenes desde el IFE (DNI) o desde el corazón, seamos fans de la literatura clásica anglosajona o, incluso, aunque pensemos que Shakespeare es el nombre del grupo de música del momento. Pero, como esto es entre dos, no os olvidéis de leer a Pablo, la otra mitad de este blog esférico. 

lunes, 18 de agosto de 2014

Génesis


La aventura de la lectura a dos comenzó precisamente dentro de este mundo digital, un correo electrónico entre dos extraños epistolares que se sintieron conectados a través de la elección de sus palabras, a través del mundo que los mantenía sujetos a la tierra cuando su naturaleza volátil los elevaba del mundanal espacio urbano.


¿Por qué leer un libro entre dos? Y porqué no... pero, principalmente, porque la visión se completa, la lectura penetra, se vuelve piel en ese caminar por el mundo de la lectura; porque comentar lo leído, reflexionar, recomendar y soñar es como rebañar el plato, y hacerlo al cuadrado le añade el doble de sabor. 

Bienvenido a este rincón compartido de dos compañeros lectores que disfrutan caminando, bailando, soñando y volando entre líneas juntos, porque juntos uno se vuelve esférico, dos caras bis a bis.