lunes, 15 de septiembre de 2014

Entre líneas: Las mil y unas noches (cara B)

¿Qué es el canon? "Modelo o prototipo que reúne las características que se consideran perfectas en su género, especialmente el referido a la figura humana que reúne las proporciones ideales." Podemos aplicar este concepto a la literatura y de ahí obtenemos lo que también se llama "los clásicos". Cada época va generando estas obras que reúnen características universales en la experiencia humana. Para muchos, esto quizá sea debatible; sin embargo, mostraré un ejemplo del autor George Steiner que clarifica este punto de vista.

Hace algunos años, cuando estudiaba la carrera de Letras, tropecé con un autor (Steiner) en clase de Poética. Su visión me ayudó a comprender mejor el concepto de "canon". Muchas veces en nuestra juventud y sobre todo cuando pensamos en el arte, creemos que la subjetividad es la única regla: "Para mí, yo sé qué me gusta y qué no" y en ese "para mí" radica la esencia del problema y la solución: nuestras percepciones nunca pueden ser completas porque si la obra de arte fuera intepretada desde su totalidad, no tendría nada que decirnos, no nos implicaría un esfuerzo o no nos sorprendería (ni al otro). Nos sorprende porque hay y habrá siempre un espacio entre mi interpretación y las que otros hagan, o sea, aproximaciones. Y son los clásicos los que provocan y crean mejor una multitud de interpretaciones. Esa es su verdadera riqueza. Entonces, no se trata de tomar mi interpreación como total, sino de aceptar humildemente la libertad de interpretación del otro y así enriquecernos en una triada de valores: la obra, mi interpretación y la del otro.

Puede existir el canon comercial, aquél que se empecina en hacer mercancia ciertos libros; pero también está el canon personal: esa lista o antología que nos tocan personalmente por las circunstancias en que fueron leídos. Forman parte de ese canon porque aunque pase el tiempo, nos siguen y seguirán tocando el espíritu de la misma forma en que lo hicieron la primera vez e incluso de nuevas maneras (su fuego no se extingue). Así empezamos a leer "Las mil y unas noches" de la manera en que María describe en su entrada. Incluida en una lista de 100 obras reconocidas a lo largo de los tiempos, porque ha generado un sinnúmero de interpretaciones y causado otro tanto de placeres literarios.

Nuestro objetivo es terminar esa lista, quizá empezamos con una de las obras más largas, pero, tercos los dos, estamos seguros de que terminaremos en buen puerto bajo la estela que va dejando Sherezade cuento tras cuento. ¿Y tú, ya leíste a los clásicos?

Entre líneas: Las mil y una noches (Cara A)


Mientras se lee también se puede contar, se puede probar y compartir aunque la lectura no se haya terminado todavía... puede que las conclusiones no sean totales, pero la parcialidad tiene su atractivo, su filosofía: según Jorge Drexler "Amar la trama más que el desenlace". 


Así pues mientras las líneas de "Las mil y una noches" nos envuelven con el erotismo ancestral entre velos y desvelos yo me permito hablar de cómo llegó a nosotros esta lectura. 

En una de las librerías de mi ciudad, encontramos Pablo y yo un pequeño folleto titulado "Nuestros 100 imprescindibles de la literatura universal". 


Al abrirlo, aparecían los títulos con sus correspondientes casillas para tachar incluidas, así que nos dimos a la tarea de completar y comparar las lecturas, como anticipamos nos faltaban bastantes... y nos seguirán faltando pues, sin duda, una vida no alcanza para transitar y disfrutar el camino de las letras. ¡Gracias a Dios! Así que decidimos hacer nuestro el reto de completar estas recomendaciones de forma esférica, bis a bis.

Nuestras lecturas hasta ahora (Cara A y B)
El siguiente paso era decidir cuál de estos maravillosos legados sería el primero. No nos costó mucho decantarnos por el mundo oriental y nocturno de "Las mil y una noches". Muchas de nuestras reflexiones y conversaciones se han dado de forma nocturna. Mi naturaleza noctívaga ha arrastrado al pobre Pablo a compartir madrugadas conmigo, así que nos pareció un paralelismo curioso, sumado al hecho de que los dos somos un poco cuentacuentos.

La lectura de cualquier clásico puede resultar un poco más compleja, incluso lenta por lo que entraña: el abismo generacional se nota. Uno puede llegar a perderse en algunas partes o en todas, cuánto más profundo retrocedemos, más parecemos desconectarnos. Sin embargo, como todo lo que merece la pena, si hacemos el esfuerzo de ir más allá, abriremos una ventana maravillosa: habremos comprado algo más que un libro, más que estilos y estructuras sintácticas, tendremos entre los dedos una máquina del tiempo. Leer los clásicos es una conexión con los problemas, los deseos, los sufrimientos, los anhelos, los miedos y las inquietudes universales y atemporales del género humano; es un darse cuenta de nuestra maravillosa insignificancia, de nuestra compleja red interconectada, que los de ayer, los de hoy y los de mañana sí seguiremos soñando y anhelando, sintiendo y padeciendo igual.