viernes, 29 de agosto de 2014

Yo, mi, me... contigo (cara B)

No se velará nuestro eterno estío
ni nuestra sonrisa caerá en declive
ni irá la Muerte a hacernos avío,
pues siempre el vigor que en nuestra alma vive
cautivará a quien mire con resuello,
y pervivirá y nosotros con ello.

Como lector, pocas veces me doy la libertad de entrar en una librería y permitirme escoger un libro al azar y muchos menos de un autor del cual no he escuchado nada. Estoy acostumbrado a ir comprar libros que estoy buscando, mucha veces literatura clásica que me hace falta leer y que de alguna manera aseguran una grata lectura. Sin embargo, la idea de dejarnos seducir por un libro de un autor que no conociéramos nos atrapó tanto a María como a mí.

Yo, mi, me... contigo  (David Safier, 2010) conjunta varias cosas que disfruto normalmente en un libro: humor, metaliteratura, una trama llamativa y... ¡William Shakespeare! Siendo yo un lector asiduo de literatura clásica, cuando leo novelas contemporáneas me sorprendo mucho porque me encuentro leyendo referencias muy cercanas y eso me recuerda que la Literatura es algo que habla también desde el aquí y el ahora. Sucede que cuando leo libros que fueron escritos hace más de 200 años, muchas veces hago comparaciones con el presente y otras tantas intento hacer una interpretación hermeneútica (o sea, tratando de ver el libro con la intención original que tenía el autor, alejándome de mi mente contemporánea); sin embargo, al leer un libro de mi tiempo... leo mi tiempo. Lo que me sorprendió mucho de esta novela fue que me encontré haciendo ambas cosas, a pesar de ser un libro reciente.

En la historia, la protagonista (Rosa) viaja al pasado por medio de la hipnosis y habita el cuerpo de William Shakespeare (al parecer, en su vida pasada ella fue el famoso escritor inglés). Por esta razón, es inevitable comparar el presente con el pasado y viceversa. Además de que esto genera muchas situaciones cómicas, también nos pone a pensar en la vida que hace algunos siglos las personas llevaban en realidad y en cómo a veces en el presente, las personas damos por sentada la vida.

Asimismo, a pesar de que la novela entra en el género cómico, hay un héroe (o dos héroes dentro del mismo cuerpo) que se embarca en una viaje muy importante: el de enfrentar el dolor y el de descubrir el verdadero amor. En consecuencia, la novela me hace pensar que es una historia rindiendo homenaje a una figura excepcional: William Shakespeare. A través de sus obras y sonetos, este dramaturgo inglés emana la pasión por la vida con todas sus emociones, contradicciones, grandezas y obstáculos. Por medio del texto, el autor nos recuerda que incluso un genio capaz de plasmar eso en papel, hubo antes un ser humano que tuvo que pasar por etapas para poco a poco alcanzar una madurez como persona y artista (simultáneamente). Pero la trascendencia de la novela no radica sólo en eso.

El hecho de que Rosa, un personaje común y corriente, sea equiparada con Shakespeare (y no sólo equiparada, sino que ella misma es el bardo) nos dice que la genialidad está en nosotros, viajando a través de nuestra alma a lo largo del tiempo. El viaje del héroe es pues, no sólo una aventura hecha para los genios que han trascendido, sino para los genios que anhelan trascender apasionadamente adentro de nosotros mismos.

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