La primera vez que estuve en Madrid fue hace diez años
(cuando tenía 21), mientras estudiaba de intercambio en la Universidad
de Oviedo. Visité la ciudad y ocurrió que fue la primera vez que sentí
el golpe de una urbe cosmopolita frente a mis ojos. Antes de ese viaje
ya había conocido muchos sitios de México, pero nunca una ciudad así (ni
la Ciudad de México me había causado esa impresión). Las
construcciones, los rostros multiétnicos, las aglomeraciones, incluso la
actitud de los tenderos de algunos bares: no había sentido antes, como
lo fue en España y luego en otros lugares de Europa, que llegar a un bar
era como entrar a una casa donde ya existe una familia, donde todos se
conocen y no se "presta un servicio" sino que se entra a un convivio de
sangre.
¿Y a qué viene esta entrada para el libro que hoy nos disponemos a comentar? Bueno Te llamaré Viernes
(Almudena Grandes, Tusquets, 1991) toma lugar en Madrid, en un Madrid
lleno de islas humanas y que en algunos momentos sentí la primera vez
que fui. Concuerdo con María en la dificultad para fluir con la novela, a
veces es esquiva y barroca pero también no me dejó indiferente como
lector. Benito, uno de los personajes principales, padeció la violencia
en casa al tener un padre machista y violento (su madre sufrió mucho las
consecuencias); siendo niño su madre los abandona y esto marca la
personalidad de Benito profundamente.Hay un pasaje en la trama donde el pequeño Benito se da cuenta de su individualidad, de ser alguien independiente de su padre y madre. “La inteligencia es la capacidad de adaptarse a situaciones nuevas” dice un dicho popular y es ésta la condición con la cual Benito debe luchar durante su adultez. La manera en que Benito afronta este reto es brutal y dota de originalidad a la historia.
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