"читати", "живети" y "конвергирати"
son tres verbos en lengua serbia que significan: "leer", "vivir y
"confluir". No se confundan, no hablo serbio ni siquiera conozco bien el
alfabeto cirílico pero conozco las palabras leer, vivir y confluir.
Éstas tienen su equivalencia en el idioma hablado en Serbia, lugar donde
nació Goran Petrović, el autor de la novela analizada en esta ocasión.
Gracias
a un lector de este blog (Lenin), recibimos la recomendación de leer
este libro. Su historia tiene una relación temática con nuestro blog:
personas que realizan una "lectura total", o sea, lectores que se
sientan en diferentes lugares geográficos a consultar el mismo texto y
se reúnen entre las páginas escenarios, o más específicamente, en los
escenarios recreados en la ficción. De este modo, yo puedo estar en mi
cama acostado leyendo cualquier libro de mi preferencia y concertar una
cita con María, quien desde su locación y con la misma edición del libro en sus manos, podrá verme en la página 253, por ejemplo.
La
manera en que se logra esto no es tan complicada. Los personajes
lectores entran en la historia por medio de las descripciones menos
desarrolladas, imaginando y completando la información que el narrador
sólo sugiere. Me gustaría contar más de la novela pero es más sencillo
encontrar una descripción general en otros blogs al respecto. Aquí, por ejemplo.
Me
interesa compartir las emociones que sentí como lector al encontrarme
esta obra. Primero, siento que es un homenaje a las palabras. Petrović
hace hincapié al idioma serbio, a términos utilizados en libros antiguos
o vocablos que ya pocas personas usan y, por el mismo motivo, su
realidad en el mundo desaparece cuando dejan de hablarse. Uno de los
personajes en la historia comienza a escribir una novela como si
estuviera construyendo una mansión, su materia prima es la lengua y
precisamente recurre a términos ya olvidados para darle forma a su
construcción, de esa manera rescata realidades (palabras) con fechas de
nacimiento ya olvidadas y, así, las enaltece. Materializar la ficción
habitándola, eso es una forma de expandir los espacios de la realidad.
Segundo.
Hago una analogía con la identidad e incluso la existencia de cada
persona gracias al vocabulario que cada uno posee. ¿Quiénes seríamos si
no conociéramos ciertas palabras? ¿Ciertas realidades?: "Usted
estuvo leyendo el libro y se topaba con palabras que ya no valen nada…
Es obra de ellas… Tenga cuidado… Pueden robarle hasta lo que usted lleva
en sus ojos." (La Mano de la Buena Fortuna, p. 207).
Finalmente,
no hay mayor aventura, peligro o transformación que la de un libro como
proveedor de visiones del mundo. Como fuente a la que se recurre para
abrevar a la sed de nuestra imaginación. Como espacio donde a veces,
estando tierra adentro, podemos viajar y pisar la arena junto a la playa
para luego encontrarla dispersa por los rincones de nuestra morada.
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